martes, 31 de mayo de 2016

La bebé que se va

He empezado a vender las cosas de bebé de mi piojita. Su cuna, su columpio eléctrico, el moisés, y pronto pondré a la venta el coche, el pack and play, la silla de comer, hasta que mi casa quede libre de cosas de bebés. Por un lado, siento alivio porque me deshago de cosas que mi gorda ya no necesita y que ocupan espacio, pero por otro, siento pena por cerrar una etapa linda que ya no volveremos a vivir.

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Creo que esto me pasa porque se trata de la última de mis hijas, porque ya como familia, decidimos que tres son suficientes. Otra cosa fue cuando guardé las cosas de bebé que usó mi segunda hija, ya que lo hice pensando en que en el futuro las volvería a usar. Y con la primera de mis hijas, nunca tuve que guardar nada porque cuando tenía 1 año 5 meses, ya estaba encargando a la segunda.

Así que esta vez no guardo, sino que me deshago de cosas y me da mucha nostalgia. Hace unos días saqué el coche que usaron mis tres hijas del depósito donde se encontraba, porque he conseguido alguien que lo comprará. Me quedé mirando el coche como tonta un buen rato. Un montón de imágenes y recuerdos hermosos pasaron por mi mente, y pensé: ¿y si me quedo con él un tiempo más?.

Cuando tenemos hijos pequeños, las mamás tenemos dos tipos de actitudes respecto de su crecimiento, las que anhelan salir rápido de los pañales, biberones y de toda la parafernalia existente cuando hay un bebé en casa (moisés, portabebé, columpio, monitores, corralito.. ), y las que no tienen ninguna prisa en dejar las cosas de bebé atrás. Yo me cuento entre las segundas.

Hace poco vendí la cuna de mi hija. Pero no fue por iniciativa propia que la saqué de la cuna y la pasé a una cama grande, es más, yo pensaba que siendo la última hija podía mantenerla en cuna más tiempo, sino que fue la psicóloga del nido la que me dijo que ya era el momento de que durmiera en una cama. A mi hija mayor, la saqué de la cuna a los dos años cumplidos, porque en unos meses más iba a nacer su hermana y la iba a necesitar. Y a la segunda de mis hijas no me acuerdo cuando la mudé a una cama grande, pero supongo que no me apuré demasiado porque no había ninguna urgencia.

Cuando finalmente le compré su cama nueva a mi gorda por recomendación de la psicóloga, dejé la cuna aún en su dormitorio mientras esperaba que apareciera un comprador. Mientras tanto, mi gordita la usaba para jugar, se subía ahí con todas sus muñecas y se entretenía sola y feliz. Duró la cuna ahí un mes quizás, hasta que alguien interesado apareció y la vendí. Ahora que ya no está, y veo la imagen de alguna cuna como la de mi hijita en alguna revista o en Internet, he llegado a sentir que ¡extraño la cuna!!

Algo parecido me pasó con el columpio eléctrico, al que mi hijita le tenía mucho cariño y apego. Lo teníamos en su cuarto, y ella lo usaba para mecer a sus muñecas, pero hasta hace poco, a veces se subía en él y encendía las melodías para acunarse ella sola, o simplemente se echaba ahí y se arropaba con una mantita. Bueno, ya lo vendí y ella no se ha dado cuenta, al menos no ha preguntado dónde está el columpio, pero yo he llegado a pensar que debí darle una oportunidad para ¡despedirse de él!!!! ¿Estoy loca??

Parte de mi pena creo que se debe también al apego que mi gorda ha mostrado desde siempre con todas sus cosas de bebé. Le costó el destete, le costó dejar el biberón, luego dejar los pañales. Es como que quisiera seguir siendo la bebita de la casa. Es la tercera hija con seis años de diferencia respecto de su hermana segunda, obviamente ella es la bebé indiscutible de la familia.

Hace unas semanas cuando nos fuimos de viaje de vacaciones, desempolvé el coche bastón de mi gorda para poder movilizarnos fácilmente con la chiquitina en el aeropuerto y durante nuestros paseos. Apenas lo vió, exclamó "¡coche!", corrió hacia él, y quiso subirse de inmediato. Fue como si le alegrara ver el coche y recordar que lo usaba frecuentemente cuando era más chiquita.

Y durante todo el viaje, ella estuvo feliz en su coche. Incluso, en una ocasión cuando estábamos en la habitación del hotel, ella se subió al coche, bajó la capucha que tiene como protección para el sol, y se acomodó para dormir, y de hecho se durmió, por iniciativa propia!, algo inusual, porque normalmente hay que corretearla para llevarla a dormir y ella se resiste y dice que no quiere.

En cuanto a la ropa, el otro día, hice limpieza general en su habitación. Tenía alguna ropa de bebé aún guardada, entonces separé la ropa para guardar y la ropa para regalar. Decidí conservar las cositas que me traen más recuerdos, bodys miniatura de recién nacido que usaron mis tres hijas, conjuntitos, enterizos abrigadores, algún vestidito lindo de 0 a 3 meses, punto. Me provocaba quedarme con más cosas, pero me obligué a desprenderme de lo más que pudiera.

La veo tan grande a mi bebé con sus dos años y ocho meses. Cada vez habla mejor, ya ni quiere dormir su siesta de la tarde, juega con sus hermanas y las amigas de sus hermanas como una más, "Hola fulanita!, chau menganita!", las saluda y se despide de ellas, toda agrandada ella, ¡me da risa!

Pero aún conserva sus cachetes gorditos, la papadita, y su pancita abultada de bebé, aunque no por mucho tiempo. Cuando en cuatro meses cumpla tres años, habrá perdido todas esas redondeces, primero por los tres años (a esa edad el cuerpo de bebé les cambia, se vuelven más largos), segundo porque no es de comer mucho, y tercero por su contextura delgada hereditaria.

Y así que sin cuna, sin columpio eléctrico, ni ropa de 24 meses a menos, lo único que le queda de bebé a mi chiquita es la silla de comer. Su último bastión, su último reducto de baby. Todavía le sirve y lo usamos bastante, aunque algunas veces ya la sentamos en la mesa familiar en silla normal. Pero la silla alta de comer es su trono, y por eso todavía no he pensado en deshacerme de ella. Y me va a costar, lo se. ¡Ayy, cómo me va a costar!

Post Data: No le he comentado a la psicóloga que mi hijita aún come en silla de bebé... Si lo supiera, seguro me diría que ¡la saque de ahí!

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